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6. Caburé y Atins (PN do Lençois Maranhenses)

A Caburé llegamos bien entrada la noche. No había practicamente nada y la visivilidad era mínima. Pudimos encontrar un lugar para hospedarnos, y es que por esas fechas y en general en todo Caburé no había demasiados lugares donde quedarse. La verdad es que no había practicamente nadie en el lugar, a excepción de una pareja de franceses que ya se encontraban allí desde el día anterior. Con esta agradable pareja compartiríamos unos fantásticos días en este solitario lugar a pie de los Grandes Lençois.

Ya mi primer día allí lo aproveche para disfrutar de la espectacular salida del Sol. Para ello me levante bastante temprano, así como a las 5 de la mañana, y la verdad es que no me defraudo para nada. Además bien temprano pude apreciar la belleza del lugar en el que me encontraba y del que no pude empaparme el día anterior tras llegar ya de noche.
Caburé es un lugar espectacular y tranquilo , con kilométricas playas desde donde poder visitar los Grandes Lençois.

Para ello nosotros nos alquilamos unas barcas con guía por unos pocos reales cada uno. De camino entre Caburé y Atins, debe visitarse el pueblo de pescadores de Mandacaru. Vale la pena contemplar las vistas desde lo alto del faro Mandacaru. Allí hicimos una breve parada antes de proseguir nuestro camino a los Grandes Lençois. Tras recorrer la costa por el rió de Atins, llegamos a los Grandes Lençois. Paramos durante un par de horas, lo que nos dio el suficiente tiempo como para llegar a las dunas y disfrutar de un relajante baño en sus lagos. Debo decir que aquí escaseaba un poco el agua, debido a que todavía no habían comenzado la época de lluvias fuertes. Aún así disfrutamos de unas preciosas vistas de las dunas salpicadas por agua.











De vuelta a Caburé paramos en Atins, otro pueblecito espectacular donde poder pasar tu estancia en la visita de los Grandes Lençois. Allí comeríamos todos un suculento pescado fresco de la zona, con una mas que de sobra guarnición. Además nos salio por muy pocos reales. Disfrutamos de la presencia de varios simpáticos loros que se dejaban ver bastante.



Durante esta comida tuvimos nuestro primer gran percance con la francesa que además de ser bastante maleducada y tacaña, se le piraba un poco la olla. Así que tras esta aventura dejo de formar parte de nuestro grupo por iniciativa propia y se juntaría con un Yankee que llegaría ese día al Hostal si cabe todavía mas peculiar que ella. La verdad es que fueron muchas las risas que nos pegamos con semejante personaja y personaje. Dios los cría y ellos se juntan. Tras la deliciosa comida que nos dimos, proseguimos nuestro recorrido en barca por el río. Allí tendríamos el lujo de ver a unas aves de color rojo fuerte, que poseen esta tonalidad debido a que se alimentan de camarones. No son demasiado fáciles de ver estas aves por esas épocas, por lo que tuvimos bastante suerte. Luego ya sin mas dilación regresamos a Caburé. Casi llegando pude ver una pista de aterrizaje en plena arena de playa y un avión ligero despegando de ella. Nunca hubiera pensado que eso era una pista de aterrizaje si no lo hubiera visto con mis propios ojos.

El viaje por el río merece la pena, eso si, uno debe tener cuidado con el Sol, ya que pega muy fuerte y puede llegar a hacer el viaje una autentica pesadilla.
Tras la visita decidimos pasar la tarde en la maravillosa, solitaria e inmensa playa de Caburé.
Estuvimos un par de días aquí hasta que decidimos continuar nuestro viaje por el Parque Nacional y nuestro siguiente destino sería Paulino Neves.






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